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Comenzaremos diciendo que la sexualidad es parte de nuestra personalidad y que ésta existe desde la fecundación, en el momento en el que el espermatozoide “x” o “y” entra al óvulo, se inicia un proceso continuo de evolución, desarrollo y crecimiento; en ella radican las características que nos constituyen y distinguen como varones o mujeres en su totalidad, en el cuerpo, en nuestra afectividad, incluso en algunos aspectos de nuestra alma, y se declara en nuestra libertad, emociones, inteligencia, decisiones, en cómo nos manifestamos, expresamos, comunicamos, sentimos, vivimos y amamos.
La sexualidad permea todo lo que somos, desde la punta del cabello hasta la punta del pie, no es “algo que se elija” en un momento de nuestras vidas, sino que, nos conforma e incluso precede y habilita nuestro modo de hablar, pensar, actuar y manifestarnos tal como lo hacemos, como varones o como mujeres.
La sexualidad debe su importancia a la valía infinita que posee la persona humana. El amor, que es el mayor anhelo que habita nuestro corazón, es fundamentalmente entrega, y ésta se da desde y gracias a nuestra condición sexuada.
La entrega que es esencial para cada amor –amor de padres, amor de hijos, amor de amigos, amor de esposos– presupone necesariamente que la persona amada se presente ante nosotros como valiosa y bella, como digna, como objetivamente digna de ser amada.
El Amor es una respuesta al valor por lo tanto, no puede reducirse a una concepción biológica de sólo sexo anatómico, a genitalidad, a un placer momentáneo, a un pasatiempo o juego, o a una respuesta impulsiva, como sí podemos observar en algunos animales cuya unión o búsqueda es únicamente para fines reproductivos. El ser humano, gracias a su racionalidad, que es capaz de un “sí” libre, pleno y permanente, de ahí que la sexualidad goce de características más allá de lo físico.
No se puede tratar a otro como objeto o mercancía; la persona es valiosa en sí misma, tiene dignidad y merece ser respetada, valorada, cuidada y amada, puesto que cada uno es único e irrepetible. No existe un ser humano igual a otro, y por lo tanto, merece ser tratado de forma respetuosa.
Hablar de sexualidad no es sólo hablar de datos biológicos, genéticos, gonadales u hormonales, que sin duda forman parte de ella, sino que en realidad, la sexualidad abarca a la persona en su totalidad.
Es por ello, por lo que primero tenemos que entender qué es la persona, para poder así comprender la sexualidad, el amor y la felicidad a donde cada uno queremos llegar.
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